TESOROS DE LA BIBLIA
Sl 106:1-3. Jehová se merece nuestra gratitud (w15
15/1 pág. 8 párr. 1; w021/6 pág. 18 párr. 19)
Porque,
tal como se predijo, en estos últimos días las personas son cada vez más
ingratas (2 Tim.
3:2). Muchas no aprecian lo que Jehová ha hecho
por ellas. Debido a la influencia del mundo comercial y su publicidad, millones
de personas están obsesionadas con conseguir más cosas en lugar de estar
contentas con lo que tienen. Y a nosotros nos podría pasar lo mismo. Como
les sucedió a los israelitas, podríamos volvernos desagradecidos y dejar de
valorar nuestra preciosa amistad con Jehová y las bendiciones que hemos
recibido de él (Sal.
106:7, 11-13). Los israelitas tenían muchas razones para
estar agradecidos cuando Jehová los liberó del faraón y su ejército en el mar
Rojo. En la actualidad, nosotros también tenemos muchos motivos para darle
gracias a Jehová. Claro, al enfrentarnos a circunstancias difíciles podríamos
desanimarnos. Pero cuando eso nos ocurra, meditar en las cosas buenas que hemos
recibido nos consolará y fortalecerá.
Una de las bendiciones más valiosas que tenemos es saber
que Jehová acabará con todo lo que nos causa dolor y angustia. Sea cual sea la
dificultad por la que estemos pasando, sabemos que Jehová nunca nos abandonará.
Nuestro amoroso Pastor nos da todo lo que necesitamos para servirle con
lealtad. Siempre será un “refugio y fuerza, una ayuda que puede hallarse
prontamente durante angustias” (Sal. 46:1). Si tenemos muy presentes esas bendiciones,
podremos aguantar cualquier situación, por triste que sea. Durante todo este
año, meditemos con alegría en las bendiciones que tenemos y demos gracias a
Jehová “porque él es bueno; porque su bondad amorosa es hasta tiempo
indefinido” (Sal. 106:1).
¿Por qué olvidaron tan rápido los
israelitas los actos de salvación de Jehová?
· Dejaron de pensar en Jehová para centrarse en su
bienestar inmediato y en sus intereses.
¿Cómo podemos tener un corazón
agradecido y conservarlo?
· Concentrándonos en las muchas razones que tenemos
para estar agradecidos.
· Meditando en nuestra esperanza.
· Dando gracias a Jehová por cosas específicas.
(Salmo 106:1-3) ¡Alaben a Jah! Den
gracias a Jehová, porque él es bueno; porque su bondad amorosa es hasta tiempo
indefinido. 2 ¿Quién puede proferir las poderosas ejecuciones de Jehová, [o]
puede hacer que toda la alabanza de él sea oída?
Felices
son los que observan lo justo, que hacen justicia todo el tiempo. *** w15 15/1
pág. 8 párr. Demos gracias a Jehová
*** JEHOVÁ, la fuente de “toda dádiva buena y
todo don perfecto”, merece nuestra gratitud (Sant. 1:17). Como Pastor amoroso,
cuida de nuestras necesidades físicas y espirituales (Sal. 23:1-3). Ha
demostrado ser nuestro “refugio y fuerza”, especialmente en momentos de
angustia (Sal. 46:1). Por eso, nos sentimos como el salmista que escribió: “Den
gracias a Jehová, porque él es bueno; porque su [amor leal] es hasta tiempo
indefinido”, para siempre (Sal. 106:1). *** w02 1/6 pág. 18 párr. 19
Deleitémonos en la justicia de Jehová *** 19
En estos días peligrosos e inestables, deleitarnos en la justicia de Jehová nos
brinda seguridad y protección. A las preguntas: “Oh Jehová, ¿quién será huésped
en tu tienda? ¿Quién residirá en tu santa montaña?”, el rey David respondió:
“El que está andando exento de falta y practicando la justicia” (Salmo 15:1,
2). Si vamos tras la justicia divina y nos deleitamos en ella, mantendremos una
buena relación con Dios y seguiremos contando con su favor y bendición. Como
consecuencia, disfrutaremos de paz interior, y una vida satisfactoria y digna.
“El que sigue tras la justicia y la bondad amorosa hallará vida, justicia y
gloria”, señalan las Escrituras (Proverbios 21:21). Además, esforzarnos al
máximo por ser justos en todo aspecto se traducirá en relaciones personales
felices y una mejor calidad de vida, tanto en sentido moral como espiritual. El
salmista indicó: “Felices son los que observan lo justo, que hacen justicia
todo el tiempo” (Salmo 106:3).
Sl 106:7-14, 19-25, 35-39. Los
israelitas fueron desagradecidos y se hicieron se hicieron infieles w01 15/6
pág. 13 párrs. 1-3).
No nos hagamos oidores
olvidadizos ***
INOLVIDABLES”: esta es una buena palabra para
calificar los milagros que hizo Jehová en el antiguo Egipto. No hay duda
de que cada una de las diez plagas fue imponente. A ellas les siguió la
asombrosa liberación del pueblo de Israel cuando Dios dividió las aguas del mar
Rojo (Deuteronomio 34:10-12). De haber sido testigos de aquellos
sucesos, seguramente nunca hubiéramos olvidado al Responsable de ellos.
Sin embargo, el salmista cantó: “[Los israelitas] olvidaron a Dios su
Salvador, el Hacedor de cosas grandes en Egipto, de obras maravillosas
en la tierra de Cam, de cosas inspiradoras de temor en el mar Rojo” (Salmo 106:21, 22).
¿Qué demuestra que la gratitud de Israel por
las obras poderosas de Dios fue efímera?
Tras cruzar el mar
Rojo, Israel “empezó a temer a Jehová y a poner fe en Jehová” (Éxodo 14:31). Los varones israelitas cantaron con
Moisés una canción de victoria dedicada a Jehová, y Míriam y otras mujeres
respondieron tocando panderetas y bailando (Éxodo 15:1, 20). En efecto, al pueblo de Dios le impresionaron Sus
actos poderosos. Pese a ello, su gratitud a Aquel que realizó dichas obras fue
efímera. Poco después, muchos se comportaron como si hubiesen sufrido una pérdida
total de memoria. Murmuraron y se quejaron contra Jehová, y algunos cayeron en
la idolatría y la inmoralidad sexual (Números 14:27; 25:1-9).
¿Qué podría hacer que olvidáramos las obras de
Dios?
. ¿Qué es posible que olvidemos
por causa de nuestra naturaleza imperfecta?
La falta de agradecimiento de los
israelitas es, desde luego, desconcertante. Con todo, a nosotros pudiera
ocurrirnos lo mismo. Es verdad que no hemos presenciado
milagros de Dios como los mencionados, pero en nuestra relación con él ha
habido, sin duda, ocasiones inolvidables. Algunos quizá recordemos el día
que aceptamos la verdad bíblica. Otros momentos alegres fueron la ocasión en
que oramos a Jehová para dedicarnos y nuestro bautismo en agua como cristianos
verdaderos. Muchos hemos experimentado la ayuda de Jehová en otras etapas de la
vida (Salmo 118:15).
Por encima de todo se encuentra el hecho de que hemos recibido la esperanza de
la salvación mediante la muerte en sacrificio del propio Hijo de Dios,
Jesucristo (Juan 3:16).
No obstante, al vernos provocados por los deseos impropios y agobiados por
las inquietudes de la vida, es posible que olvidemos con demasiada facilidad,
por causa de nuestra naturaleza imperfecta, todo lo bueno que Jehová ha hecho
por nosotros.
Sl 106:4, 5, 48. Tenemos muchas cosas que agradecerle a Jehová (w1115/10 pág. 5 párr. 7;
Afortunadamente, las circunstancias
que tenemos los cristianos y el espíritu que demostramos son muy diferentes.
El apóstol Pablo nos exhorta: “Regocíjense siempre” (1 Tes.
5:16). Contamos con muchas razones para sentirnos así
y compartir juntos nuestra alegría. Adoramos a Jehová, el Dios Altísimo;
comprendemos el mensaje de la verdad transmitido en la Biblia; abrigamos la esperanza de recibir
la salvación y la vida eterna, y tenemos el placer de ayudar a la gente a
conseguir estas mismas bendiciones (Sal.
106:4, 5; Jer. 15:16; Rom. 12:12).
Sentimos
una deuda de gratitud con Jehová Dios, quien nos ha creado y nos ha dado la
vida, en especial cuando pensamos en algunas de las tantas dádivas que nos ha
prodigado (Santiago 1:17).
La vida es un don por el que le damos gracias a diario (Salmo 36:9).
A nuestro alrededor observamos muchísimas creaciones magistrales de
Jehová, como el Sol, la Luna y las estrellas. El abundante almacén de
minerales que sustentan la vida en nuestro planeta, la mezcla de gases vitales
en delicado equilibrio de nuestra atmósfera y los intrincados ciclos de la
naturaleza testifican de la deuda que tenemos con nuestro amoroso Padre
celestial. El rey David expresó en canción: “Muchas cosas has hecho tú
mismo, oh Jehová Dios mío, aun tus maravillosas obras y tus pensamientos para
con nosotros; no hay nadie que pueda ser comparado a ti. Si me inclinara a
informar y hablar de ellos, han llegado a ser más numerosos de lo que yo pueda
relatar” (Salmo 40:5)..
¿Por qué debemos agradecer a Jehová el
compañerismo que encontramos en nuestras congregaciones?
Aunque los siervos de Jehová
no vivimos en ningún paraíso físico ni mucho menos, sí disfrutamos de
un paraíso en sentido espiritual. Cuando asistimos al Salón del Reino y a las
asambleas, vemos en acción el fruto del espíritu de Dios en nuestros hermanos.
De hecho, al predicar a personas poco o nada religiosas, algunos Testigos
primero aluden a las palabras que escribió Pablo a los gálatas en cuanto a “las
obras de la carne” y luego les preguntan qué opinan al respecto (Gálatas 5:19-23).
La mayoría admite enseguida que tal descripción caracteriza a la sociedad
humana de hoy día. Cuando se les muestran los aspectos del fruto del espíritu
de Dios y se les invita al Salón del Reino para que vean por sí mismas cómo
se manifiestan, muchas reconocen: “Dios verdaderamente está entre ustedes”
(1 Corintios 14:25).
Y esto no se limita solo al Salón del Reino. Sin importar a qué lugar del
mundo vayamos, encontramos el mismo espíritu gozoso y feliz cuando estamos con
cualquiera de los más de seis millones de testigos de Jehová. En verdad,
este fortalecedor compañerismo es motivo para dar gracias a Jehová, quien lo
hace posible mediante su espíritu (Sofonías 3:9; Efesios
3:20, 21)..
¿Cómo demostramos nuestro agradecimiento
por la mayor dádiva de Dios, el rescate?
La mayor dádiva, el regalo más
perfecto que Jehová nos ha dado, es su Hijo, Jesús, mediante quien se
suministró el sacrificio redentor. El apóstol Juan escribió: “Si Dios nos
amó así a nosotros, entonces nosotros mismos estamos obligados a amarnos unos a
otros” (1 Juan 4:11).
Así es, nuestro agradecimiento por el rescate no solo se manifiesta
expresando a Jehová nuestro amor y gratitud, sino también amando a los demás (Mateo 22:37-39).
6 Podemos aprender más sobre la manera de expresar
gratitud examinando la relación de Jehová con el antiguo Israel. Dios enseñó a
aquel pueblo muchas lecciones mediante la Ley que dio a la nación por medio de
Moisés.
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