martes, 6 de septiembre de 2016

5-11 de septiembre

Andemos en la ley de Jehová

TESOROS DE LA BIBLIA



Sl 119:1-8. Para ser felices de verdad, debemos andar en la ley de Dios (w0515/4 pág. 10 párrs. 3, 4).

La verdadera felicidad estriba en andar en la ley de Dios (Salmo 119:1-8). Si así lo hacemos, Jehová nos considerará “exentos de falta” (Salmo 119:1). Esto no significa que seamos perfectos, pero sí que nos esforzamos al máximo por hacer Su voluntad. Así lo demuestra el ejemplo de Noé, quien resultó “exento de falta entre sus contemporáneos” porque anduvo “con el Dios verdadero”. Aquel fiel patriarca y su familia sobrevivieron al Diluvio por ser obedientes a Jehová (Génesis 6:9; 1 Pedro 3:20). De igual modo, para que los cristianos sobrevivan al fin de este mundo, es preciso que “guarden cuidadosamente” las órdenes de Dios, es decir, que hagan Su voluntad (Salmo 119:4).

Jehová nunca nos abandonará si lo elogiamos con “rectitud de corazón” y continuamos guardando sus “disposiciones reglamentarias” (Salmo 119:7, 8). El caudillo israelita Josué contó siempre con el apoyo divino, pues obedeció la siguiente exhortación: “Día y noche tienes que leer en [el libro de la ley] en voz baja, a fin de que cuides de hacer conforme a todo lo que está escrito en él”. Esa buena costumbre le permitió actuar sabiamente y tener éxito (Josué 1:8). Al final de sus días, Josué seguía alabando a Dios, por lo que pudo decir a los israelitas: “Ustedes bien saben con todo su corazón y con toda su alma que ni una sola palabra de todas las buenas palabras que Jehová su Dios les ha hablado ha fallado” (Josué 23:14). Al igual que Josué y el autor del Salmo 119, seremos felices y tendremos éxito en la vida si alabamos a Jehová y confiamos en su palabra.

Sl 119:33-40. La Palabra de Dios nos infunde el valor necesario para enfrentarnos a las dificultades de la vida (w05 15/4 pág. 12 párr. 12).

Seguir los consejos de la palabra de Dios nos infunde el valor necesario para enfrentarnos a los retos de la vida (Salmo 119:33-40). Le pedimos humildemente a Jehová que nos instruya, de modo que guardemos su ley “con todo el corazón” (Salmo 119:33, 34). Como el salmista, le rogamos: “Inclina mi corazón a tus recordatorios, y no a las ganancias”, o a “la ganancia injusta” (Salmo 119:36, nota). En imitación del apóstol Pablo, nos comportamos “honradamente en todas las cosas” (Hebreos 13:18). Si el patrono nos pide que hagamos algo poco honrado, nos armamos de valor para obedecer los mandamientos divinos, y Jehová siempre bendice tal proceder. De hecho, nos ayuda a dominar las malas inclinaciones. Por tanto, orémosle: “Haz que mis ojos pasen adelante para que no vean lo que es inútil” (Salmo 119:37). ¡Que nunca lleguemos a desear ninguna de las cosas inútiles que Dios odia! (Salmo 97:10.) Entre las que debemos evitar, cabe destacar la pornografía y el espiritismo (1 Corintios 6:9, 10;Revelación [Apocalipsis] 21:8).

Sl 119:41-48. El conocimiento exacto de la Palabra de Dios nos da confianza para predicar (w05 15/4 pág. 13 párrs. 13, 14).

 El conocimiento exacto de la palabra de Dios nos inspira confianza para predicar con valor (Salmo 119:41-48). Y lo cierto es que necesitamos dicha cualidad para “responder [...] al que [nos] vitupera” (Salmo 119:42). A veces, quizás nos sintamos como los discípulos de Jesús, que ante la persecución oraron: “Señor Soberano, [...] concede a tus esclavos que sigan hablando tu palabra con todo denuedo”. ¿Cuál fue el resultado? “Todos sin excepción quedaron llenos del espíritu santo, y hablaban la palabra de Dios con denuedo.” Pues bien, es el mismo Señor Soberano quien nos infunde valor para predicar su palabra con valentía (Hechos 4:24-31).

 Cobraremos valor para dar testimonio sin temor a sentir vergüenza si tenemos en alta estima “la palabra de verdad” y “guarda[mos] [la] ley [de Dios] constantemente” (Salmo 119:43, 44). El estudio diligente de su Palabra escrita nos capacita para hablar de sus “recordatorios enfrente de reyes” (Salmo 119:46). Además, la oración y el espíritu de Jehová nos ayudarán a exponer de la manera adecuada lo que debamos decir (Mateo 10:16-20; Colosenses 4:6). Pablo habló con valor de los recordatorios de Dios delante de gobernantes del siglo primero. Por ejemplo, predicó al gobernador romano Félix, quien “lo escuchó acerca de la creencia en Cristo Jesús” (Hechos 24:24, 25). También dio testimonio ante el gobernador Festo y el rey Agripa (Hechos 25:22–26:32). Con el apoyo de Jehová, también nosotros podemos ser Testigos valerosos, que nunca se “avergüenz[an] de las buenas nuevas” (Romanos 1:16).


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