Lunes 29 de febrero
Si ustedes obedecen
estrictamente mi voz y verdaderamente guardan mi pacto, entonces
ciertamente llegarán a ser mi propiedad especial de entre todos los
demás pueblos, una nación santa (Éx. 19:5, 6).
Jehová hizo un pacto con los
israelitas en el monte Sinaí y les hizo esa histórica promesa.
En Egipto, antes de ser esclavos, los hebreos formaban una sociedad
tribal administrada por los cabezas de familia, o patriarcas. Estos,
como otros siervos de Jehová que vivieron antes que ellos, cumplían las
funciones de gobernantes, jueces y sacerdotes de su casa (Gén. 8:20; 18:19; Job 1:4, 5).
Pero entonces Jehová, mediante Moisés, le dio a su pueblo un conjunto
de leyes que lo haría diferente de todas las demás naciones (Deut. 4:5-8; Sal. 147:19, 20).
La Ley estableció un sacerdocio separado. Además, los jueces del pueblo
serían “los ancianos”, a quienes se respetaba por su conocimiento y
sabiduría (Deut. 25:7, 8). En resumen, la Ley reglamentó la vida religiosa y social de la nueva nación. w14 15/11 4:8, 9
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