Lecciones que aprendemos de Nehemías” (10 mins.)
Ne 13:4-9. Evitemos las malas compañías.
No es fácil mantenerse santo en medio de tantas malas influencias. Pensemos en el caso de Eliasib y Tobías. Eliasib era el sumo sacerdote. Tobías era ammonita y, probablemente, un representante de bajo rango del gobierno persa en Judea. Anteriormente, Tobías y sus socios se habían opuesto a que Nehemías reconstruyera las murallas de Jerusalén (Neh. 2:10). Además, los ammonitas tenían prohibida la entrada al recinto del templo (Deut. 23:3). Tobías tenía una estrecha relación con Eliasib. Tobías, al igual que su hijo Jehohanán, se había casado con una mujer judía, y muchos judíos hablaban bien de él (Neh. 6:17-19). Además, un nieto de Eliasib estaba casado con la hija de Sanbalat, gobernador de Samaria, que era uno de los colaboradores más estrechos de Tobías (Neh. 13:28). Así pues, estos lazos quizás expliquen por qué el sumo sacerdote Eliasib se dejó influir por un adversario pagano. En cambio, Nehemías demostró su lealtad a Jehová al echar del comedor todos los muebles de Tobías.
Como pueblo dedicado a Dios, tenemos que ser leales a él antes que a nadie. Para permanecer santos delante de Jehová, es imprescindible que cumplamos sus justas normas. Por eso, jamás debemos poner los lazos familiares por encima de los principios bíblicos. Y los ancianos cristianos siempre deben guiarse por el criterio de Jehová, no por sus propias opiniones o sentimientos (1 Tim. 5:21). Tienen que asegurarse de no hacer nada que los lleve a perder la aprobación de Dios (1 Tim. 2:8). Nunca olvidemos que “las malas compañías echan a perder los hábitos útiles” (1 Cor. 15:33). Algunos de nuestros parientes podrían no ser una buena influencia en nuestra vida. Eliasib había dado un buen ejemplo a los judíos al prestarle todo su apoyo a Nehemías en la reconstrucción de las murallas de Jerusalén (Neh. 3:1). Sin embargo, poco a poco se dejó influir por Tobías y otras personas, y terminó haciendo cosas que lo contaminaron a la vista de Jehová. Las buenas amistades nos animan a realizar actividades cristianas útiles, como leer la Biblia, asistir a las reuniones y predicar las buenas nuevas.
(w13 15/8 pág. 4 párrs. 5-8).
Ne 13:15-21. Demos prioridad a las cosas espirituales.
Según leemos en Éxodo 31:13, la celebración semanal del sábado recordaba a los israelitas que eran un pueblo santificado, así que ese séptimo día debía reservarse para adorar a Jehová en familia, orar y meditar en la Ley. Sin embargo, para algunos contemporáneos de Nehemías, se había convertido en un día como otro cualquiera. El servicio a Dios se estaba quedando en segundo plano. Al ver lo que ocurría, Nehemías ordenó que las puertas de la ciudad se cerraran al anochecer del sexto día y echó a los comerciantes extranjeros. Debemos poner límites a nuestros esfuerzos por ganar dinero. Si no lo hacemos, es fácil que nos distraigamos o hasta lleguemos a tener un corazón dividido, sobre todo si nos gusta nuestro trabajo. Recordemos la advertencia de Jesús sobre ser esclavo de dos amos (lea Mateo 6:24). Nehemías tenía recursos económicos, pero en vez de establecer lazos comerciales con los tirios o con otros mercaderes, se dedicó a ayudar a sus hermanos y a realizar actividades que santificaban el nombre de Jehová. De igual manera hoy día, los ancianos y los siervos ministeriales se concentran en actividades que benefician a la congregación, y sus hermanos en la fe los aman por ello. Como resultado, entre los siervos de Dios se respira un ambiente de amor, de paz y de seguridad (Ezeq. 34:25, 28).
Aunque a los cristianos no se nos pide que observemos el sábado, el apóstol Pablo escribió que “queda un descanso sabático para el pueblo de Dios”. Y añadió: “El hombre que ha entrado en el descanso de Dios ha descansado él mismo también de sus propias obras, así como Dios de las suyas” (Heb. 4:9, 10). Los cristianos podemos entrar en el descanso de Dios obedeciéndole y colaborando en el cumplimiento de su propósito. Quizás tengamos que ponernos firmes con nuestro patrón o nuestros asociados, sobre todo si no respetan nuestras prioridades teocráticas. Si estamos demasiado preocupados por las cosas materiales, nuestra espiritualidad puede marchitarse poco a poco.
(w13 15/8 págs. 5, 6 párrs.)
Ne 13:23-27. No perdamos nuestra identidad cristiana.
En tiempos de Nehemías, los israelitas se estaban casando con extranjeras. En su primera visita a Jerusalén, él se había encargado de que todos los ancianos firmaran un acuerdo escrito en el que juraban que ni ellos ni los demás judíos se casarían con mujeres paganas (Neh. 9:38; 10:30). Sin embargo, algunos años más tarde se encontró con que los israelitas no solo habían tomado esposas extranjeras, sino que estaban a punto de perder su identidad como pueblo santificado de Dios. Los hijos de aquellas mujeres paganas no sabían leer ni hablar hebreo. Hoy día debemos actuar con decisión para que nuestros hijos adquieran la identidad cristiana, para que se sientan verdaderos cristianos.
Este mundo somete a sus hijos a enormes presiones. Por lo tanto, sean pacientes y aprovechen la Noche de Adoración en Familia y otras oportunidades para ayudarlos a cultivar una estrecha relación con Jehová (Deut. 6:6-9). Destaquen los beneficios de ser diferentes de quienes pertenecen al mundo de Satanás (Juan 17:15-17). Y esfuércense por llegar a su corazón. Al final, cada hijo decidirá si desea servir a Dios o no.
Está en su mano darles un buen ejemplo, fijar límites claros y hablar con ellos sobre las consecuencias de sus decisiones. En realidad, todos nosotros tenemos que estar en guardia para no perder nuestras simbólicas “prendas de vestir exteriores”, las cualidades y normas que nos identifican como seguidores de Cristo (Rev. 3:4, 5; 16:15).
(w13 15/8 págs. 6, 7 párrs. 16-18).
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